“Vamos a hacer una foto de familia… pero del panel”, pidió Daniel Funes de Rioja emulando alguna de sus pasadas participaciones como chairman del B20 (el grupo de negocios del G20). Es que cierto aire de tensión había envuelto las primeras horas del encuentro industrial luego de los faltazos de Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo.
El pedido del directivo llegó al cierre del panel en el que él y Martín Rappallini, presidente de la conferencia industrial de este año y dueño de Cerámica Alberdi, habían interrogado al único funcionario del Gobierno presente en la reunión, el secretario de Coordinación de la Producción, Juan Pazo.
“Esto no está vaciado”, dijo Funes de Rioja y raudamente pidió al secretario de Comercio e Industria, Pablo Lavigne; el Secretario de la Pequeña y Mediana Empresa, Emprendedores y Economía del Conocimiento, Marcos Ayerra; y al subsecretario de Comercio Interior, Esteban Marzorati, que subieran al escenario –aunque no participaran de ningún panel– para engrosar esa foto familiar.
Pero ni esa imagen –que duró breves segundos porque los funcionarios huyeron sin intercambiar palabras con los empresarios que se agolparon para saludarlos– ni los aplausos a Pazo luego de que anunciara que enviará un proyecto de “mini RIGI” al Congreso en los próximos días disolvieron la tensión y la sensación de que el Gobierno había vaciado el encuentro en el Centro de Convenciones de porteño. No pocos describieron en los pasillos que, este año, la conferencia se había sentido “un poco larga” sin funcionarios, incluso pese a los perros robots que bailoteaban por la antesala.
Al inicio, el clima no podía estar más cargado. Se había formado un cocktail del enojo de Caputo y Milei –y el faltazo al encuentro– por la minuta de una reunión en la UIA alertando por un tipo de cambio atrasado y la baja de impuestos a las importaciones vía courier; la decisión de Donald Trump de imponer aranceles a los productos de México, Canadá y China; y un duro cruce de la diputada de PRO Daiana Fernández Molero –ex asesora de Mike Braun en Comercio durante el macrismo– defendiendo la política de apertura oficial y cuestionando los dichos del sociólogo y exfuncionario del gobierno pasado, Daniel Schteingart, en un programa radial. Esos posteos fueron viralizados por parte del Ministerio de Economía.
Con fastidio, Schteingart pululaba en el Centro de Convenciones. También la ex secretaria de Comercio Interior, Paula Español, algo más alegre. “Trump es pro Español”, bromeó. Pero quizás lo que más bronca generó fueron los insultos en la red social X del diputado José Luis Espert. “Caraduras. Siempre lo mismo. Siempre les falta algo para competir”, les espetó el economista y cerró: “Váyanse a cagar”.
“Somos nosotros, los empresarios que generamos empleo y pagamos impuestos, quienes sostenemos el Estado. Queremos respeto”, dijo Rappallini al cierre de su discurso de apertura. Entonces el candidato a conducir la futura UIA citó las palabras de Presidente. No sería la última cita oficial. “Estamos de acuerdo con el Presidente en que el sector privado es el motor para el crecimiento del país. Y el sector privado somos nosotros, es con nosotros”, dijo.
Ya en la antesala, un industrial agarraba un sandwich en el coffee break mientras analizaba los anuncios de Trump. “Vamos a contracorriente del mundo. Si nos abrimos así nos van a matar. Nos vamos a terminar reconvirtiendo a distribuidores”, dijo el empresario, que tiene fábricas en cuatro países y que declaró pagar la mitad de costo laboral e impositivo en ellos.
“Si ponía la guita en otro país, tendría diez veces más. Lo de la macro está perfecto, pero hay poco de micro. Y si quieren disciplinar con las importaciones para bajar precios, cuidado, porque hay gente a la que no le da el pedal para aguantar”, agregó.
El mundo de la fabricación argentina de electrodomésticos cuestionaba en los pasillos la baja del costo para importar tras la eliminación de reglamentos técnicos. Citaba un informe de la Cámara Argentina de Industria de Refrigeración y Aire Acondicionado que estimaba, por caso, que un 43,7% de lo que paga el consumidor por una heladera fabricada en la Argentina son impuestos.
El economista y director ejecutivo de UIA, Diego Coatz, situó a la Argentina último en la tabla clasificatoria de la competitividad al analizar la estabilidad económica, el financiamiento, la carga tributaria, la producción, la logística y la infraestructura, y la innovación, y 14 indicadores comparados, en un intento de explicar cómo cerrar la brecha de productividad (dentro de la fábrica) y competitividad (fuera de la fábrica).
“El dólar es un subsidio a la importación”, criticó un hombre de la siderurgia preocupado por China. El economista Martín Rapetti afirmaba en los pasillos que si se mantiene el tipo de cambio, la inflación cayendo, y una recuperación económica, era difícil no pensar en una corrección cambiaria por el déficit en cuenta corriente. Hoy el puente son el blanqueo y el carry. “A este tipo de cambio, la economía argentina no puede vivir sin cepo”, alertó el experto.
Pazo pidió no minimizar lo hecho en la macro y reafirmó que se irá hacia una apertura económica. Agregó que el 80% de las importaciones son insumos y bienes de capital, y celebró la normalización del comercio (eliminación de SIRA, licencias no automáticas y el acceso al mercado de cambios). “Todo se hará sin descuidar el equilibrio fiscal”, dijo el funcionario.
“Que levante la mano si en diciembre alguno podía hacer un presupuesto”, dijo sobre la herencia y la actual normalización de la brecha cambiaria y la baja de inflación. Presentó el proyecto del “mini RIGI” y se llevó un aplauso. “Tenemos que aprender a competir. Soy de un sector que no está acostumbrado”, dijo el empresario del mundo de la ropa. Afuera, un cónclave de empresarios textiles ofendidos decía que el 60% de la ropa más el contrabando vienen de afuera. “Esto es como la película Tiburón. Ya sabemos todos como termina”, dijo uno de ellos sobre el atraso cambiario y luego de contar que ya había perdido un mercado de exportación. “La preocupación central es la apertura comercial en medio de una recesión y con costos que subieron en dólares”, contó un hombre de una firma alimenticia.
En su discurso final, Funes reconoció las políticas de reordenamiento del Gobierno. Pidió baja de impuestos, crédito, mejoras en la conectividad e infraestructura, y un ecosistema laboral nuevo, y alertó por el impacto del plan de estabilización en el consumo. “Queremos y podemos competir, pero en igualdad de condiciones”, dijo.
Negó que buscaran proteccionismo. Y cerró citando a Caputo horas atrás: “Tenemos que nivelarles la cancha a los empresarios para que puedan competir en condiciones justas”.
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