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Turistas y compras por Navidad, un cóctel perfecto para llenar Córdoba

Córdoba es una de esas ciudades que todavía resiste, en gran medida, al turismo de masas. En el segundo país más visitado del mundo, donde ciudades como Sevilla, Málaga o Barcelona ven sus cascos históricos convertidos en escenarios más pensados para turistas que para locales, la antigua capital omeya se mantiene, aunque con sus propios retos, como un lugar en el que aún se puede vivir y pasear. Sin embargo, hay días en los que este equilibrio parece sostenerse a través de un fino hilo, y el centro, La Judería, el Puente Romano o los alrededores de la Mezquita-Catedral se transforman en un espacio casi irrespirable. Este sábado, con el Puente de la Constitución atrayendo a decenas de miles de turistas y locales, ha sido uno de esos días. A ellos, se les ha sumado otros miles de cordobeses que aprovechan para hacer sus compras de Navidad.

A partir de las 11 de la mañana, los alrededores de la Mezquita-Catedral comenzaron a llenarse de visitantes, muchos llegados de otras partes de España. Álvaro Gómez, por ejemplo, ha viajado desde Madrid con su familia para «escapar del tumulto«, aunque entre risas comenta: «Aquí le decís bulla… como me han dicho en el hotel». Otros, como Ángel Acosta y sus amigos, han aprovechado el partido del Córdoba CF contra el Tenerife para visitar la ciudad, «queríamos conocer Córdoba y el calendario no podía haber cuadrado mejor«, explica mientras detalla que llegaron la noche anterior desde Sevilla. Los turistas extranjeros también estuvieron presentes, como Oliver, un británico ataviado con una chaqueta del Liverpool que miraba fascinado el campanario de la Mezquita-Catedral, «vengo de Sevilla, no sabía que aquí era festivo estos días«.

Esquivar turistas y buscar refugio

Conforme avanzaba la mañana, las estrechas calles de La Judería se iban plagando de más y más gente: turistas haciéndose selfies, músicos callejeros tocando en cada esquina y transeúntes intentando abrirse paso... Para escapar del bullicio, muchos optaron por refugiarse en rincones algo más tranquilos, como la calle del Buen Pastor o la plaza de Abades. Allí, Gonzalo, un jubilado cordobés, tomaba una cerveza al sol mientras observaba a la gente pasar, «no entiendo por qué hay quienes visitan los sitios con tanta prisa«, reflexiona. Él, con media sonrisa, dice sentirse feliz disfrutando de lo básico, «en Córdoba tengo todo menos playa, y para eso está Fuengirola, que es más o menos lo mismo», comenta con sorna.

Las compras navideñas

En el bulevar de Gran Capitán, la actividad era igual de intensa, aunque con otro propósito: las compras navideñas. Sonia y Fátima buscaban regalos para sus madres mientras confesaban con algo de vergüenza que no sabían por dónde empezar. Javier Gutiérrez, por su parte, exploraba librerías buscando un thriller para un amigo invisible, «quiero algo que sea diferente, pero que sepa que le va a gustar». Familias como la de José Lucena combinaban recados con entretenimiento, «les he prometido a los chicos que se montarán en una atracción si se portan bien», decía mientras revisaba ropa en una tienda. Otros, como Manuel Baeza, se dedicaban solo a «mirar», aunque admitían que probablemente acabarían comprando algo «antes de que se eche el tiempo encima».

Un grupo de turistas se fotografía en la Puerta del Puente. / A.J. GONZÁLEZ

Mientras miles de personas disfrutaban de la ciudad, los trabajadores viven un día intenso. «Cuando todos descansan, nosotros trabajamos… ¡pero ya llegará mi venganza!«, bromeaba Santiago mientras servía cervezas en un bar de la Judería. En las tiendas, la situación no era muy diferente. Macarena, contratada recientemente, ve el día como una «prueba de fuego«, mientras que María Gallardo, más veterana, reconocía: «Sabía que habría mucha gente, pero no tanta. Menos mal que estamos bien preparadas».

La magia sigue intacta

A medida que el mediodía avanzaba, los bares y terrazas se han convertido en el lugar preferido para seguir disfrutando de una Córdoba que, pese a la masificación puntual, mantiene intacta su magia. Por mucha gente que recorra sus calles, la ciudad sigue siendo un refugio único, incluso en días de bulla.

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