Después de 65 años de dictadura, supresión de libertades, fusilamientos y torturas, la Revolución Cubana ha demostrado su completo fracaso económico y social. Y esa triste realidad nos permite comprobar in situ adónde pretendía llevarnos el terrorismo que asoló América Latina impulsado desde La Habana.
Se trata de un dato aún más oportuno para nuestro país, luego del reciente fallo de la Cámara Criminal y Correccional Federal que modificó una jurisprudencia complaciente con sus autores, al declarar que la voladura del comedor de la Policía Federal, ejecutada por Montoneros en 1976, configuró un delito de lesa humanidad y que, por lo tanto, es imprescriptible. De este tema ya nos hemos ocupado en el editorial del martes último.
El triste naufragio de la isla antillana sirve para verificar, en vivo y en directo, el modelo de país que pretendían los “jóvenes idealistas” inspirados por Ernesto “Che” Guevara y también para descalificar las honras que recibieron, durante el kirchnerismo, los imitadores locales de quienes entraron en La Habana al son de “Patria o Muerte”.
Guevara convocaba en sus arengas a “crear uno, dos, tres Vietnam”, al tiempo que reconocía con orgullo los crímenes del paredón. “Fusilamiento sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario” (Asamblea de la ONU, 1964). Tres años después, moría en el cuartel creado en Bolivia para expandir la guerrilla en la región. Desde entonces quedó grabada en el ideario juvenil la fe en la superioridad moral del marxismo para justificar la subversión armada contra las instituciones democráticas, como lo enseñó el Che y lo ejecutó Montoneros en la Argentina. Esa tan falsa como peligrosa convicción moral llegó a imponerse en nuestros tribunales, bajo presión kirchnerista, logrando que la Justicia tratase sus crímenes aberrantes como delitos comunes, beneficiados por la prescripción.
Hoy se comprueba que aquellas banderas rojas, con fusil y tacuara en cruz, alzadas para subvertir el orden institucional y matar al prójimo “por ideales”, se tiñeron de sangre propia y ajena por un desvarío que nos hizo retroceder más de un siglo. Si se pretendía alcanzar la prosperidad suprimiendo la explotación capitalista, el final de la experiencia cubana demuestra el destino trágico de un sistema que contraría la naturaleza humana, alentando el nepotismo, la holgazanería y la corrupción.
Según el último censo oficial, en 2012, Cuba tenía 11,1 millones de habitantes y ahora, menos de 8,5 millones, no por catástrofes naturales, sino por el desastre institucional que implica el socialismo: 1,5 millones de jóvenes –los mejor formados– han huido, emigrando a Estados Unidos, México, Panamá u otros destinos, dejando sus niños al cuidado de los abuelos. Una carga enorme para ellos, pues la jubilación es de solo 10 dólares por mes y no hay trabajo para completar los ingresos. La pobreza extrema alcanza al 90%, mientras la inflación ronda el 30% anual y el dólar se dispara, espiralizando los precios. Es el perdidoso resultado final de la revolución, en monedas y centavos.
Las izquierdas señalan que Cuba logró niveles de salud y educación mejores que en los países capitalistas. Nada de ello existe ya, salvo para atender a Cristina Kirchner y a su hija, en la misma burbuja privilegiada que disfrutan los magnates del poder
En el año que termina, los apagones fuerzan a las familias a cocinar con fogatas callejeras, si consiguen comida. Ya les resulta habitual tener solo un par de horas de electricidad por día para cargar los celulares y los ventiladores a batería. La falta de energía detiene las fábricas y apaga las heladeras de los comercios, como bien sabemos en la Argentina. Las plantas termoeléctricas instaladas hace medio siglo con tecnología extranjera (URSS, China y España) están obsoletas y el fuel oil que solían recibir de Venezuela, México y Rusia ya no llega. Este año hubo tres interrupciones totales que dejaron a toda la isla sin luz durante casi tres días.
En cuanto a la comida, ya no se consigue en las bodegas con las clásicas libretas de abastecimiento y cada cual debe arreglárselas como puede. Algunos recordarán los pintorescos carretones tirados por caballos que, a falta de ómnibus, se usaban como transporte público. Pues han desaparecido, ya que los equinos fueron sacrificados para proveer de proteínas a los vecinos.
Antes de la caída de la URSS y por su sumisión al poder soviético, Cuba recibió más de 20 mil millones de dólares para gastar sin tener que exigir a la población el trabajo y la productividad requeridos en el resto del mundo. Por esa razón, las izquierdas señalan que logró niveles de salud y educación mejores que en los países capitalistas. Y que esos logros demuestran que la igualdad es un sueño realizable, con violencia o sin ella. Nada de ello existe ya, salvo para atender a Cristina Kirchner y a su hija, en la misma burbuja privilegiada que disfrutan los magnates del poder.
Fidel Castro tuvo la suerte de poder soslayar las exigencias que tiene el resto de las naciones por haber contado con la ayuda de la URSS hasta 1991 y de Hugo Chávez después. Cualquier nación, sin restricciones económicas, podría lograr iguales resultados en materia educativa o sanitaria. Pero en la vida nada es gratis y ahora se comprueba adónde terminan quienes viven de subsidios ajenos. La supervivencia colectiva requiere un sistema institucional que genere incentivos virtuosos para trabajar y producir con esfuerzo propio y sin violentar las libertades democráticas.
El gobierno cubano y sus simpatizantes atribuyen su fracaso a un supuesto bloqueo de los Estados Unidos. Pero es un intento de librarse de la propia culpa, ya que los Estados Unidos solo han impuesto un embargo interno a sus empresas que no impide el comercio de Cuba con el resto del mundo. La caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética y la dispersión del bloque oriental prueban que la crisis cubana es consecuencia del socialismo y no del embargo.
En la Argentina se ha tardado mucho en reconocer esa realidad. En 2012, Cristina Kirchner declaró el 7 de septiembre “Día del Militante Montonero” para recordar a Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, asesinos de Pedro Eugenio Aramburu abatidos en 1970, como “arquetipos del mártir montonero”. Del homenaje participaron el Movimiento Evita, de Emilio Pérsico –ahora colaborador de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires–; la agrupación Kolina, de Alicia Kirchner; la Tupac Amaru, de Milagro Sala, y Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella.
Habiendo transcurrido 65 años de la revolución cubana, ya es posible conocer su resultado y emitir un juicio fundado acerca de la ilegitimidad de los medios utilizados en sus crueles experimentos sociales
En 2020, al celebrarse el cincuentenario de aquel hecho, 750 políticos e intelectuales firmaron una solicitada reivindicando la “resistencia armada” del peronismo montonero. Entre ellos, Rafael Bielsa, Norman Briski, Carlos Kunkel y Camilo Vaca Narvaja, además de sus jefes sobrevivientes, Mario Eduardo Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Héctor Pardo, Polo Martínez Agüero y Roberto Cirilo Perdía, fallecido en marzo de este año. Y tres meses más tarde, al recordarse el Dia Internacional de los Derechos Humanos, el expresidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner aplaudieron con fervor a la agrupación guerrillera del peronismo en un acto en la ex-ESMA.
Cuando en 2006 Néstor Kirchner declaró que cada 24 de marzo se celebraría el Dia Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, no solo lo hizo para condenar los excesos de la dictadura militar, sino también para honrar a aquellos “arquetipos del mártir montonero” y obtener el apoyo de la izquierda transversal. Esa fue la estrategia pactada con Horacio Verbitsky –procesado por el atentado en el comedor policial– y las organizaciones de derechos humanos, plasmada con la entrega del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti en el predio de la ex-ESMA, más las millonarias indemnizaciones que el Estado Nacional les reconoció, sin control alguno.
No debemos olvidar que la principal agrupación que gravita en el peronismo es La Cámpora, que evoca, precisamente, a Héctor Cámpora, quien asumió el poder con el apoyo de la Tendencia Revolucionaria, compuesta por las organizaciones guerrilleras FAR, FAP y Montoneros y por la Juventud Peronista. Sus ideas todavía prevalecen en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, donde anida el deseo de repetir la experiencia de 1973, gastando de más, tomando deuda, levantando el puño y admirando al sanguinario Che Guevara.
En 1947, el filósofo marxista Maurice Mérleau Ponty (1908-1961) sostenía que la violencia de una revolución solo puede juzgarse en función de la sociedad que pretende instaurar y no con los valores del orden establecido (“Humanismo y Terror”, 1947). Pues bien, habiendo transcurrido 65 años de la revolución cubana, ya es posible conocer su resultado y emitir un juicio fundado acerca de la ilegitimidad de los medios utilizados en sus crueles experimentos sociales.
Y aplicando esa regla, también se puede llevar al banquillo a los terroristas locales, tan halagados como impunes. De lo contrario, cualquier grupo organizado tendría legitimidad para desconocer la Constitución y las leyes si cuestionase un orden injusto, conforme a su interpretación personal de las cosas. Es muy plausible morir por ideales, pero no matar a otros por los propios.
Temas
Conforme a los criterios de