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Los egabrenses invisibles de Hawái

Aquel imperio de tiempos de los Habsburgo españoles donde no se ponía el sol, si bien llegó a desaparecer del todo en 1898 con la pérdida de los últimos territorios como Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, siguió brillando en cierta forma con la presencia de miles de españoles que emigraron a finales del siglo XIX y en los primeros años del XX a tierras fundamentalmente sudamericanas y también a las islas Hawái.

Una diáspora esta última un tanto desconocida y que en los últimos tiempos gracias a estudios como, los del investigador Miguel Alba Trujillo de la Universidad de Málaga, el Centro de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos de la Fundación General de la Universidad de Málaga (Fguma) y la Fundación Consejo España-EEUU, ha pasado de ser invisible a ser conocida.

Así se ha recuperado la historia de unos 8.000 emigrantes españoles, la mayoría de ellos andaluces de pueblos de Málaga, Granada o Sevilla que acuciados por la necesidad viajaron hasta las islas Hawái huyendo de la miseria, respondiendo a las campañas de reclutamiento del gobierno estadounidense para en condiciones muy duras trabajar en las plantaciones de caña de azúcar.

Una emigración que de 1907 a 1913 y a lo largo de siete viajes en barco, llevaron a aquellos españoles a través del Atlántico, pasando por el Cabo de Hornos hasta llegar a las islas hawaianas.

Niños españoles desembarcando del SS Heliópolis en Honolulu, Hawaii. / The Hawaiian Gazette

Unos viajes por mar que en condiciones extremas solía durar unos 50 días y donde la mayoría de ellos, artesanos y trabajadores sin tierras, fueron prácticamente tratados como parte de la carga.

El primero de estos viajes se realizó en el vapor SS Heliópolis con la primera remesa de emigrantes, que salieron del puerto de Málaga el domingo 10 de marzo de 1907. Los llevó hacinados en las bodegas y en la misma cubierta y llegaron a Honolulu el 26 de abril con solamente 2.231 viajeros de los casi tres mil que se embarcaron.

En esta primera expedición, en la que también se encontraron algunos lucentinos, se contabilizaron cuatro matrimonios de Cabra con sus respectivos hijos de 1 a 13 años de edad, que sumaban un total de 18 personas.

A esta primera partida de egabrenses le sucedieron otras familias en las seis expediciones que hubo a la del SS Heliópolis, como bien analiza el historiador e investigador egabrense, el profesor y cronista oficial de la ciudad, Antonio Moreno Hurtado, en el estudio Una emigración egabrense a Hawái a principios del siglo XX, publicado por la Asociación Provincial Cordobesa de Cronistas Oficiales en 2019.

Imagen del matrimonio egabrense Guillermo Luque Cañete y María del Rosario Cruz, que con 5 de sus 7 hijos se embarcó en el buque Orteric en 1911 y cuyos descendientes viven en California. / CÓRDOBA

En sus páginas da cuenta de cómo los posibles viajeros acudían a una oficina junto a la Catedral de Málaga, donde se firmaba el oportuno contrato de trabajo. Se pedían para la primera expedición hombres de 17 a 45 años de edad y mujeres de no más de 40. Se ofrecía educación gratuita para los hijos, un contrato laboral de tres años y la posibilidad de adquirir la nacionalidad norteamericana, tras una evaluación final de su trabajo y actitud. Los mayores de 45 años, si querían viajar tenían que pagar su pasaje, que costaba 400 pesetas.

En seis de los siete viajes que se hicieron fueron varias decenas de familias de Cabra las que partieron al otro lado del planeta, contabilizando un total de 114 personas, entre matrimonios, hijos e incluso algunos abuelos que los acompañaron para buscar un futuro mejor.

Muchos de ellos con nombres muy reconocibles como María de la Sierra, Rodrigo, Dolores, Juan y Antonio entre otros, con apellidos Aranda, Castro, Cazorla, Hidalgo, Moreno, Priego o Ramírez, entre un largo etcétera.

Pero al llegar allí, las cosas no eran como se les había ofrecido, ya que como indica Moreno Hurtado, tenían que vivir en fincas lejanas a las poblaciones, con lo que la educación de los niños no estaba garantizada, así como la posibilidad de ir a comprar. Cuando los españoles se quejaron de los altos precios que les ponían los empresarios en sus economatos por la compra de artículos básicos, se les ofreció una pequeña parcela, un acre de tierra, para cultivar los productos de su propio consumo.

En esta coyuntura, algunos españoles no tardaron en marcharse de las islas, poniendo rumbo a California, a ciudades como Sacramento o San Francisco.

Cartel publicitario utilizado de reclamo para captar trabajadores para las islas Hawái. / CÓRDOBA

Decisión que no fue bien vista por la Junta de Emigración Hawaiana al haber realizado una importante inversión en infraestructuras con la intención de que estos emigrantes permanecieran en Hawái durante un tiempo prolongado.

Hacia 1916, un informe del cónsul español en Honolulú indicaba que solamente quedaban ya en Hawái unos 3.500 españoles y que 500 se estaban marchando cada año a California, donde la vida tampoco fue fácil. Fueron discriminados por ciertas actitudes racistas, típicas en casi todo movimiento migratorio, siendo tal la xenofobia que ni siquiera los bancos aceptaban el dinero de los españoles. Por ese motivo guardaron sus ahorros donde buenamente podían, en algún lugar de la casa, debajo del colchón o de un ladrillo.

Pero el destino hizo posible que, con la llegada de la Gran Depresión de 1929 y la quiebra de los bancos, con la consiguiente pérdida de los ahorros de sus clientes, se permitiera que el dinero escondido por los emigrantes andaluces y españoles salieran de bajo tierra y fueran los únicos con capacidad para comprar granjas, tierras y tiendas. Algunos llegaron a conseguir importantes fortunas que marcarían el bienestar de varias generaciones de su familia.

Hoy en día algunos de los descendientes de aquellos egabrenses que emigraron viven todavía en Hawái, la mayor parte en California, donde se pueden ver en sus cementerios, las lápidas con los nombres de estos andaluces que, a principios del siglo XX, llegaron allende los mares.

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