Sus Majestades los Reyes Magos llegaron con un día de adelanto y Córdoba se desbordó de ilusión. En la primera Cabalgata de la historia de la ciudad que se celebra un 4 de enero, Melchor, Gaspar y Baltasar, acompañados de un colorido cortejo, hicieron las delicias de los más pequeños y de los que no lo son tanto. El desfile partió con algo de retraso desde la plaza de Santa Teresa, aunque las carrozas y pasacalles empezaron a prepararse desde horas antes en las inmediaciones del estadio de El Arcángel. Ocurre, como siempre, que hay quien se coloca al final del puente del Arenal para intentar llenar la bolsa de caramelos, por eso tanto Policía como Protección Civil dejó claro desde primera hora que ni música ni caramelos hasta que las carrozas no estuvieran en Santa Teresa.
La Policía montada abría el cortejo seguida de unas medusas gigantes con las que a más de uno se le quedó la boca abierta. Una carroza de pastoras y detrás, la estrella de Oriente, que guiaba a un séquito real muy numeroso montado sobre estructuras cuidadas y, quizá, más llamativas que las que desfilaban otros años.
«Yo creo que se lo han currado un poco más», comentaba Carlos, de ocho años, con la bolsa preparada para recoger la máxima cantidad de dulces posibles, aunque sea para tenerlos en casa y no comérselos nunca. Se llevó aplausos y vítores la Cartera Real, Raquel Rostro, que acompañada de su marido Cisco García ha sido este año la encargada de recoger las cartas a los Reyes.
La música la pusieron, además de numerosos altavoces, dos bandas, la de la Estrella y la del Cristo de Gracia. Se vio algo de espacio entre algunas de las carrozas, con metros y metros de cortejo por rellenar que, al menos, consiguió que la Cabalgata durara bastante.
Cuando encaraba avenida del Corregidor, el cortejo encendió sus luces al empezar a caer la noche. Por allí había un grupo de fans (sí, fans) de los Reyes Magos, cada uno con un cartel donde ponía leerse: «Yo soy de Gaspar», porque aquí lo tradicional es elegirse a un rey y confiar en que traiga todo lo que se le ha pedido.
Los Reyes, los protagonistas
Fueron, precisamente, las carrozas de Sus Majestades las más cuidadas de todas, precedidas este año no por pajes, sino por comitivas con disfraces de gran calidad que hacían viajar, aunque estuviera uno en Vallellano, al mismísimo Oriente. En este 2025, los encargados de hacer de emisarios de los Reyes fueron Isabel Bueno (Melchor, trabajadora de Fepamic), Francisco José Pérez (Gaspar, peñista) y el padre Eke (Baltasar, sacerdote). Quien viendo la Cabalgata estuviera bajo de ánimos se tuvo que venir arriba con Isabel-Melchor, que no se sentó en ningún momento y que pedía al público toda la entrega que ella daba (algo prácticamente imposible dado que, casi con total seguridad, es el Melchor más animado que haya visto nunca Córdoba). Y por decir algo más de Sus Majestades, algo además importante, este año no se vio en la carroza de Baltasar ningún blackface (que una persona blanca se pinte la cara para caricaturizar a una persona negra). Esto ha llegado con años de retraso, pero se agradece.
Pero los Reyes, ojo, no estuvieron solos. Un buen número de representantes de las fuerzas de seguridad también encendieron sirenas y tiraron caramelos. Por allí se pasearon la Guardia Civil y la Policía Nacional y Local. Y, por supuesto, los bomberos, que siempre animal el cotarro como nadie y también reparten más caramelos que el resto de la Cabalgata junta (con permiso de Correos, que también vaciaron sus carritos amarillos que llevaban hasta arriba de golosinas).
Las carrozas
El cortejo, de casi seis kilómetros (distrito sur, distrito centro y distrito levante) también tuvo escenas bíblicas y, por supuesto, personajes de animación, que no todo va a ser religioso. Había por allí muñecos de nieve, pequeños chefs, unos cuantos elfos, hasta sirenas e incluso personajes gigantes de Avatar que se llevaron opiniones bastante encontradas.
Sin apenas incidencias, más allá de quedarse sin caramelos bastante antes de llegar al punto de reposición, el desfile de Sus Majestades finalizó en el Alpargate, donde se volvió a representar, como el año pasado, la Adoración a los Reyes Magos. Unos Reyes más tempraneros, que mirando al cielo del domingo cargado de nubes negras, decidieron adelantar su aterrizaje en la ciudad para que nadie se quedara sin verlos. Ahora toca portarse bien porque en alguna que otra carroza se vieron algunos trozos de carbón.
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