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A pocos pasos del Río de La Plata, una producción vitivinícola con cepas propias compone un oasis paisajístico del que se obtiene el reconocido “vino de la costa”. Está localizada en Berisso, a 6 kilómetros de La Plata, en una zona de monte y de humedales que le aporta a la uva un carácter distinto. Aquí la cepa insignia es la Isabella o uva chinche de la que se obtienen vinos con una enorme carga nostálgica, no sólo por lo que provoca al degustarse, también por su historia. “Estos vinos mantienen con vida las tradiciones que trajeron los inmigrantes”, cuenta Sebastián Casali, productor de vinos de la región y tercera generación de viñateros.
Cuenta que las primeras uvas llegaron a principios del siglo XX en manos de los inmigrantes, y en su mayoría eran brotes de parra de uva Isabella. Esta variedad se adaptó muy bien al monte ribereño de esta zona de la provincia de Buenos Aires y dio buen vino. Sin embargo, en 1935, la Ley 12.137 prohibió la actividad vitivinícola en la Argentina, a excepción de Cuyo. Entonces comenzó el declive para los productores de esta zona. Recién a mediados de los ‘90 la restricción quedó sin efecto y desde entonces se ha intentado recuperar una actividad productiva que conecta a los berissenses con su tierra natal.
“Isabella es nuestra cepa insignia, una vitis labrusca o americana (zona de California) que se trasladó a Europa y que luego los inmigrantes la trajeron para acá”, cuenta Sebastián Casali. Y agrega: “En 2013 el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) reconoció a la Isabella como cepa y eso nos habilita a comercializarlo como vino regional, porque hasta ese momento estaba prohibido vender vinos de esa cepa”.
El caso de Sebastián Casali con su proyecto de vinos naturales El Monte es un ejemplo de la búsqueda por preservar el legado. En pandemia salió al rescate de vides ancestrales y comenzó a vinificar de manera autodidacta. En 2021 lanzó su proyecto El Monte, una marca que está pisando fuerte en los bares de Buenos Aires. Su trabajo consiste en comprar uvas a viñateros de la zona y vinificar en la Cooperativa del Vino de la Costa de Berisso, que nació en 2003 de la mano de los bodegueros de la región en la búsqueda por retomar esta actividad comercial. En breve comenzará a hacerlo con uvas propias, ya que acaba de plantar en la propiedad familiar uva Isabella y también Tannat y Marselan, dos cepas que demostraron éxito en Uruguay.
Para llegar a los viñedos de Berisso hay que cruzar la ciudad y entrar a la zona de Los Talas. Tras señalar un punto de encuentro, comienza el recorrido en grupo. La finca de Ruben Verón está apta para recibir visitantes, con senderos entre arboleda y dos hectáreas plantadas de parrales y ciruelos. “Ruben fue uno de los abanderados del resurgimiento de la industria del vino de Berisso, un viñatero que dio pelea por recuperar los viñedos ancestrales y que hoy lo encontramos activo también en la bodega”, comenta Lorena Alborghetti, nieta de antiguos productores de vinos y encargada de las visitas guiadas en el lugar. Cuenta que la actividad comenzó a partir de su tesis de graduación de la licenciatura en Turismo en la UNLP, donde desarrolló el Vino de la Costa como generador de identidad y turismo en Berisso.
La zona produce el 80% de Isabella y el resto está en Colonia Caroya, Córdoba. La Cooperativa de Vino de la Costa tiene 25 hectáreas con esa variedad de uva y la producción varía en relación a las condiciones climáticas. “Se han llegado a hacer 60.000 botellas, pero la última producción llegó a la mitad. La cosecha 2024 no fue buena por las frecuentes lluvias y crecidas del río que sufrió la zona a fines de 2023. La uva no llegó a madurar lo suficiente y no se pudo recolectar lo suficiente para vinificar”, explica Lorena.
Algunos visitantes se sorprenden al encontrar viñedos en Berisso. “Estaba convencido de que se vinificaba con uvas traídas de Mendoza u otros lugares”, dice uno de los asistentes. Y algo que también llama la atención es que todo el perímetro está marcado por árboles y no postes. “Necesitamos que haya algo bien agarrado al suelo, por la cercanía al río que hace que tengamos la tierra húmeda”, fundamenta la guía.
A pesar de que se trabaja sobre tierras fértiles, los productores enfrentan la incertidumbre de la cuestión climática. “Nunca sabés cuándo va a haber crecida del río, lo que hace que tener vides en Berisso resulte todo un desafío”, asegura Lorena. “Anoche hubo una pequeña crecida y encontramos agua entre los surcos, pero una sudestada en tiempo de cosecha arruinaría la producción. Incluso es un desafío el recurso humano, pues hay escasez de mano de obra”, agrega.
Luego de un pequeño recorrido por las plantaciones el grupo se traslada al centro de producción. Un corto tramo separa la quinta de Verón de la bodega de la cooperativa. Cada viñatero, como socio, entrega la uva para elaborar el vino, y de ahí sale el Vino de la Costa, en diferentes versiones: tinto y rosado con Isabella; y blanco con uva Niágara. También hay proyectos personales que utilizan la bodega para vinificar. Son vinos que se comercializan en la zona pues la producción es de baja escala. Y cuando la uva no está apta para hacer vino (por falta de azúcares o de maduración), los productores la venden fresca para mesa. Después de conocer los procesos de vinificación llega la degustación. Y es un momento especial para los visitantes, pues la particularidad de estos vinos es su carga nostálgica: su aroma y sabor nos conduce sin escalas a la parra de los abuelos.
La visita a los viñedos de Berisso es una buena excusa para conocer un destino poco conocido, pero con historia. Además de las visitas guiadas, la Cooperativa del Vino de la Costa propone diversas actividades turísticas según la época del año, como cosecha de vides, jornadas de poda, charlas técnicas, y degustaciones con maridaje entre las vides, entre otras. “La idea es acercar a la gente la posibilidad de que conozcan los viñedos y la forma de producción desde adentro, pero que también recorran Berisso, una ciudad llena de historias”, puntualiza la guía.
Cooperativa de Vino de la Costa. Las recorridas se hacen los sábados a las 11 de la mañana. Comienzan en el viñedo y luego continúan en la bodega, ubicada a unos 2 kilómetros. La mejor época para apreciar el viñedo en todo su esplendor es de noviembre hasta abril. Las visitas guiadas son con reserva previa a través de IG: @vinocostadeberisso / @turismocincosentidos
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