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Las piedras le regalaron todo el terreno al Presidente

De la aprobación agónica en el Senado de la Ley Bases se ha subrayado, con buen tino, el éxito político obtenido por el Presidente, en contraste con la sombra de ingobernabilidad que se hubiese instaurado si las cosas hubiesen terminado al revés.

Un nuevo fracaso legislativo a seis meses de gestión, sin ninguna ley aprobada para la emergencia y sin el trazo grueso de un acuerdo fiscal mínimo con los gobernadores, hubiese significado una señal de alto impacto negativo. Si además la derrota parlamentaria se daba en un contexto de coacción de grupos violentos movilizados frente al Congreso, esa señal hubiese sido más grave aún. Porque hubiera puesto en evidencia no sólo la debilidad parlamentaria del oficialismo, sino la fragilidad extendida del sistema institucional.

La batalla parlamentaria que ganó Milei empezó a cerrar en términos políticos (lo normativo sigue pendiente) el ciclo iniciado con la derrota de la Ley Bases en febrero. Su tratamiento en el Congreso siempre fue un debate de naturaleza normativa, pero la batalla por la señal de gobernabilidad era esencialmente política.

En febrero, el Gobierno se autoinfligió, por impericia, una derrota en ese terreno. En junio, al mal paso lo dio la oposición. Si se restringe la mirada a la dinámica del palacio, podría objetarse esta última opinión. Pero lo que quedó a la vista de la ciudadanía no sólo fue el debate en el palacio, sino la violencia en la calle.

La oposición fue liderada por el bloque de mayor peso numérico, que conduce Cristina Kirchner. La decisión de habilitar una protesta violenta –por acción u omisión– fue la principal causa de la derrota política que sufrió ese sector, y le entregó el triunfo a Javier Milei. Pese a contar con el número parlamentario suficiente para continuar asestándole al Gobierno derrotas seriales en cómodas cuotas, el kirchnerismo apostó a la misma maniobra que utilizó contra Mauricio Macri: instar al caos en la calle, pedir en el recinto que la sesión se detenga para atenderlo, provocar de esa manera que el oficialismo fracase por falta de cuórum.

Se presenta aquí un curioso paralelismo entre Milei y Cristina. Ambos, a su modo, descreen del rol institucional que tienen asignado. Milei es el jefe del Estado, pero se considera a sí mismo un topo venido de un escenario postapocalíptico con el objetivo de destruirlo. Cristina Kirchner tiene en el puño la mayoría opositora del Parlamento, pero sigue permeada por el “argumento schmittiano” (por Carl Schmitt, el jurista alemán enemistado con el constitucionalismo liberal). Ese argumento dice que los parlamentos son ámbitos de regateo entre intereses y no lugares de argumentación racional. Por lo tanto, las leyes que sancionan no son normas de validez general sino mera expresión de correlaciones de fuerzas.

Cristina maneja la mayoría en el Parlamento, pero en la última milla del debate, si percibe una amenaza en la relación de fuerzas, habilita a quienes descreen del Parlamento.

Aprendizaje

La ciudadanía observó la jornada violenta en una sintonía totalmente opuesta, haciendo gala de su propia curva de aprendizaje. Allí donde el kirchnerismo reivindicaba el derecho a la protesta, la gente observó la misma maniobra de las 14 toneladas de piedras lapidadas contra Macri. Si se analiza el ostensible adelgazamiento que tuvo el texto de la Ley Bases desde febrero (y las serias dificultades pendientes que le quedaron al oficialismo con el paquete fiscal), el kirchnerismo podría haber cantado una moderada victoria, incluso después de la votación que desempató Victoria Villarruel. Lo arruinó en la calle.

Este error estratégico del kirchnerismo le entregó a un presidente como Milei, ultraminoritario en el Congreso, un éxito no económico sino de naturaleza política. Un triunfo en el terreno que le es adverso, usando una habilidad de la cual todos dicen que carece.

De febrero a junio, el maximalismo normativo de la Ley Bases fue transformado por el pragmático Guillermo Francos, quien convirtió el extenso articulado en una cantera de oportunidades para la negociación. Mientras tanto, el kirchnerismo, que había conseguido hacer de la dilación legislativa una herramienta de desgaste político muy efectiva, dilapidó en el mismo período la ventaja obtenida. Por distraerse tirando piedras en el tramo final de la maratón.

Si, como reza la sabiduría china, nada es más difícil en el arte de la guerra que el oficio de la maniobra, hacer que el infortunio se convierta en ventaja, Cristina Kirchner acaba de inventar con sus errores un Milei desconocido, incluso para él mismo: el Milei estratega.

Cristina olvidó que obtener 100 victorias en 100 batallas no es el colmo de la habilidad. Someter al adversario sin librar combate es el colmo de la habilidad. Atacando la estrategia del adversario. En el núcleo normativo para la emergencia, la Ley Bases es básicamente una combinación de facultades delegadas con un paquete fiscal. La estrategia que Cristina le propuso a los gobernadores en febrero era un calco de 2015: usar el poder parlamentario para volver a desfinanciar a la Nación en beneficio de las provincias.

Casi lo logró en febrero. Esta vez, Francos trazó una diagonal. Todavía no consiguió el objetivo final y tendrá que seguir negociando en Diputados. Pero la “opción molotov” ejecutada por el kirchnerismo ya le hizo un favor enorme.

El error de la oposición con la Ley Bases no disminuye la magnitud de ninguno de los desafíos que tiene Milei. Tuvo un éxito de velocidad inesperada en la baja de la inflación, pero recién con el paquete fiscal y la Ley Bases completamente aprobados podrá avanzar de un plan de contingencia a un plan de estabilización.

No es el único requisito: resta normalizar el funcionamiento de la economía desregulando el tipo de cambio –el más sensible de los precios relativos– sin que se vuelva a disparar el índice de inflación. Milei sondeó a Kristalina Georgieva por un nuevo paquete de asistencia financiera que le permita levantar el cepo cambiario. Todas las informaciones que llegaron desde Italia indican que la jefe del FMI fue cautelosa.

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