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El triunfo de Trump desata un proceso de destrucción creadora

El Dow Jones obtuvo un record histórico de 44.000 puntos el viernes 7 de noviembre, como resultado directo del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales del martes 5.

Por su parte el Standard & Poor’s 500 trepó por encima de 6.000 puntos básicos por primera vez en la historia de Wall Street, en la perspectiva de un gran salto desregulatorio y de una drástica reducción de impuestos por parte del presidente electo.

Sintomáticamente, las acciones que más se valorizaron fueron las de Tesla, cuyo titular es Elon Musk, cuyo valor de mercado superó por primera vez U$S 1 billón, lo que implica un aumento de 29% en sólo 2 días.

Este logro histórico adelanta un boom económico fenomenal a desatarse en 2025, y que se desplegaría plenamente en los primeros seis meses del segundo gobierno de Trump.

Este extraordinario boom de Wall Street que adelanta el futuro coincide con el pleno despliegue de la 4° Revolución Industrial, que es la digitalización completa de la manufactura y los servicios que ya está en marcha; y cuya tecnología fundamental que abarca a todos los sectores económicos es la Inteligencia artificial, que es un fenómeno inmediatamente global, y cuyo liderazgo corresponde a los EE.UU., la primera economía del mundo y una de las dos superpotencias de la época, junto con China.

Como primera medida, y sin duda como un desencadenante primordial del nuevo boom económico y productivo, se encuentra la declaración de la “emergencia energética” para ejercer en este período la consigna fundamental del gobierno de Trump que es multiplicar las perforaciones de petróleo y de gas, sobre la propuesta hecha popular en la campaña electoral (“Drill baby, drill”); y de esa manera recortar a la mitad el costo de los combustibles, que es un presupuesto esencial de los norteamericanos.

Todo ésto constituye un extraordinario impulso a la pasión por emprender e invertir, característica de los estadounidenses. Se refiere al espíritu básico del capitalismo en los términos de Schumpeter y de Keynes, que son los “animal spirits”, todo esto sustentado en la búsqueda instintiva de la prosperidad que caracteriza a la civilización norteamericana.

Trump no aspira a presentar una nueva doctrina económica, sino a poner de relieve la realidad que está a la vista. Es una visión absolutamente estadounidense, donde todo se subordina a lo práctico y comercialmente eficaz.

Hay 3 fuerzas que impulsan el boom histórico norteamericano:

  • En primer lugar – y el más decisivo -, la desregulación generalizada de la economía, cuyo costo supera a U$S 3 billones, cifra que las empresas dejarían de abonar y se incorporaría directamente al sistema productivo.
  • En segundo lugar, se realiza un nuevo recorte de impuestos que lleva el tributo corporativo de 21% a 15%, a condición de que se trate de empresas que producen y venden en el mercado norteamericano; y cuyo significado económico asciende a U$S 2 billones.
  • Por último, hay que considerar el compromiso asumido por Elon Musk que se incorpora al gobierno de Trump para eficientizar el gasto público y desregular la economía, con especial énfasis en Wall Street y Silicon Valley, en un esfuerzo que alcanza a U$S 2 billones, que benefician directamente al sector privado.

Estas perspectivas son las que potencian el fenomenal boom de Wall Street, que es un atributo directo de la extraordinaria acumulación de poder logrado por Donald Trump el 5 de noviembre.

Esto coincide con el pleno despliegue de la Inteligencia artificial, que es el factor de fondo que transforma en sus raíces a la primera economía del mundo; y que ha abierto un proceso de extraordinaria “destrucción creadora”, que es el traslado masivo del capital y el trabajo hacia los sectores más productivos, que son los más avanzados.

La magnitud de este proceso la muestra el hecho de que la inversión en equipos de Inteligencia artificial superaría este año U$S 200.000 millones, y una cifra similar se espera en 2025.

Lo que esto implica es que el gasto en equipos IA trepó 62% en el primer semestre del año, y experimentaría un alza de más de 100% en los próximos 12 meses.

Alan Greenspan señaló que la mayor fortaleza de la economía norteamericana es su enorme capacidad de “destrucción creadora”, que es un producto de su cultura de frontera.

“EE.UU. está siempre en una situación de comenzar nuevamente, y por eso es la tierra del mañana, en la que la autoridad del pasado no pesa jamás”, dice Ralph Waldo Emerson; o en los términos de Karl Marx: “EE.UU es la única sociedad capitalista sin pasado feudal”; y por eso absolutamente volcada al futuro.

La civilización norteamericana tiene un significado esencialmente comercial, como advirtió Tocqueville en 1837.

Todo esto sucede con un inmediato significado global, debido a que el extraordinario softpower propio de la cultura norteamericana ha recibido una gigantesca inyección de adrenalina.

Esto implica que el nuevo ranking de las naciones no surge ya de su condición de “avanzada” o “emergente”, sino de su mayor o menor cercanía con lo que a todas luces constituye el eje de la época. Es una manifestación más, sólo que superlativa, de la reconocida “excepcionalidad” norteamericana.

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